Introducción al libro de los Salmos y a la Liturgia de las horas

Salmos dialogados

Hay Salmos que contienen un diálogo entre varios actores, y puede ser pedagógico a veces recitarlos en forma dialogada. Ejemplo de estos salmos son el 109 («Oráculo del Señor a mi señor») o el 117 («Dad gracias al Señor porque es bueno»).

Lo que mas favorece la oración de los salmos es el rezo pausado, sereno, con breves silencios, moniciones y oraciones sálmicas, el canto y un ritmo que permita personalizar los sentimientos del salmo. «Los diversos modos de ejecutar la salmodia… lograrán la variedad atendiendo el diverso género de los salmos… Importa, sobre todo que la celebración, no resulte rígida y complicada, sino que responda la verdad de la cosa. Hay que esforzarse en primer lugar porque los espíritus estén movidos por el deseo de la genuina oración de la Iglesia y resulte agradable celebrar las alabanzas divinas (cf. Salmo 146)» (OGLH 279).

Elegir una forma u otra de rezar el salmo, no busca conseguir algo espectacular o simplemente estético, sino ayudar a rezar mejor, a ‘que se llegue gustar los salmos, a que la fe se alimente a través de ellos, que sus palabras desciendan al corazón de cada uno y que desde el corazón suban hasta Dios

2.2 – Las Antífonas

Su misión es fomentar la participación activa y la aclamación de los salmos. Están tomadas:

– de los mismos salmos

– pensamientos bíblicos

– expresiones de alabanza y alegría

– con contenido teológico

– históricas, de la vida de un santo

– del Evangelio: en los cánticos evangélicos

– del tiempo litúrgico (las famosas antífonas de la «O» de la octava de Navidad

Finalidad:

– ponen de manifiesto el género literario del salmo

– Interpretación tipológica o festiva de un salmo

– Proporcionan una tonalidad peculiar

– Ayudan a trasformar el salmo en oración personal

– Tienen una función pedagógica desde lo musical

Sugerencias para su uso:

– Ganan en calidad cuando se cantan

– Si no se sabe cantar se puede elegir alguna que tenga un contenido parecido (como las de la misa)

– Se pueden intercalar en el salmo

– Cuando aparecen salmos divididos, se pueden unir con una sola antífona

– La antífona se dice al principio, y hecha una pausa (ayudan a dar ritmo a la oración), comienza el salmo. Al final, después del Gloria, se puede repetir o no. Si se canta conviene repetirla (OGLH 123)

– En el tiempo ordinario se pueden sustituir por las sentencias cuando se quiera destacar la cristología de un salmo; en este caso no se repite al final, (no es conveniente hacer la antífona y la sentencia, distinto es hacer una monición al salmo en la que se usa el contenido de la sentencia).

2.3 – Los Títulos

Dan el sentido propio, original y literario del salmo, así como las circunstancias en las que se compuso dicho salmo. Nunca se dice (letra roja). Ayudan a elegir la forma mas apropiada de rezar el salmo y para la monición si esta se hace.

2.4 – Sentencias

Dan el sentido cristológico del salmo. Lo hacen por alto (Yavhe es Cristo) o por bajo (el salmista es Cristo).

– Son fijas y no cambian con los tiempos.

– En el tiempo ordinario se pueden cambiar por las antífonas.

2.5 – Moniciones

Con la antífona, el título y la sentencia se pueden hacer moniciones a los salmos para que ayuden a la aplicación personal. Es una ayuda para mejor rezar el salmo. Deben ser breves

2.6 – Oraciones sálmicas

«Concluido el salmo y observando un momento de silencio se concluye con una oración que sintetiza los sentimientos de los participantes» (OGLH 112)

Pertenecen a la tradición mas antigua de la Iglesia a partir del siglo IV. Se llaman ‘colecta’ porque recogen las intenciones de todos y las hace oración. En la tradición de la liturgia hispana hay una prolifera colección de estas oraciones:

– Hacen que los salmos no sean dichos uno de tras de otro sin mas, sino que procuran un momento de oración y de asimilación de los mismos

– Dan ritmo y ambiente oracional a la celebración.

3.- Las Lecturas breves

La práctica de proclamar en las horas del Oficio una lectura breve de la Escritura, después de la salmodia viene, por lo menos, de principios de la Edad Media (San Benito alude explícitamente a ello).

Estas lecturas son siempre distintas de las de la misa. Son pasajes breves que tienen un contenido singular de fácil captación. En lo que se refiere a Laudes y Vísperas se subraya el carácter propio de estas horas, también se subraya el carácter de los domingos y viernes. Nunca son del evangelio; las lecturas de las Vísperas son del NT.

«Que se proclamen y escuchen como verdadera Palabra de Dios» (OGLH 45). Esto nos indica 1a manera de proclamarlas y la manera de escucharlas. Son proclamación propuesta oficialmente por la Iglesia como fuente de su propia espiritualidad, son lecturas seleccionadas en orden a la profundización en el misterio de Cristo. El lugar propio de su
proclamación es siempre el ambón (en caso de que no lo hubiera, desde un lugar destacado). Hay que recordar que el ambón es el lugar propio de la proclamación de la Palabra, no es para otras lecturas, moniciones o antífonas.

3.1 – Características de las lecturas

– Textos especialmente claros y de fácil comprensión, que con un breve silencio se pueden profundizar.

– Subrayan frases de mayor importancia, que en una lectura larga pueden pasar mas desapercibidas.

– Ayudan a grabar en la mente los textos mas importantes de la espiritualidad litúrgica de los tiempos y de las horas.

– Se pueden sustituir por otras lecturas mas largas, pero siempre como práctica excepcional.

– No es conveniente agrandar la misma lectura, puesto que han sido elegidas para subrayar una determinada frase

– La OGLH ofrece la posibilidad de sustituirla por las lecturas del Oficio del Lecturas, cuando este no se hace.

– Hay un caso en que se aconseja la sustitución, y es cuando por la celebración de una Resta o solemnidad, las lecturas continuas de la misa quedan interrumpidas. En este caso se pueden unir las lecturas a las de la misa del día anterior o posterior, o proclamar la primera lectura en Laudes o Vísperas (OGLH 46 – OGMR 319) y no peder la continuidad.

3.2 – El responsorio

Por medio de ellos «la Palabra de Dios penetra más profundamente en el espíritu del que escucha o del que lee» (OLH 172). Es un elemento poético que prolonga y ayuda a la interiorización de la Palabra.

– Están sacados de la lectura o de otros libros bíblicos o no bíblicos, por ejemplo cuando se refiere a la vida de un santo.

– A veces son respuesta de la Palabra de Dios (OLH 49), o pueden destacar algún pensamiento y son como un comentario «eco», también relacionan el AT con el NT.

– Ayudan a hacer de la lectura oración o contemplación, sobre lodo si se cantan, como se aconseja (OGLH 281-282)

4.- Las preces y la oración

4.1 – Las preces: Siguiendo el consejo del apóstol: «te recomiendo ante todo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas, acciones de gracias por todos los hombres» (1 Tim 2,1), la LH, de modo semejante a la misa, incluye dos series de preces. Con este nombre «se designan tanto las intercesiones que se hacen en las Vísperas como las invocaciones
hechas para consagrar el día a Dios en los Laudes» (OGLH 182)

El oficio actual ofrece cerca de dos mil intenciones, que son un auténtico tesoro oncológico para la Iglesia. Siempre queda abierta la posibilidad de intenciones particulares o locales.

Características:

– Son expresión del corazón orante de la Iglesia: tienen una garantía «eclesial», están modeladas de la «objetividad de la fe», su lenguaje tiene cierto sabor de palabras de la Escritura

– Tienen un peculiar estilo de alabanza, súplica e Historia de la Salvación. La Iglesia ora desde la realidad de este mundo que llamamos Historia de la Salvación.

– Su expresión es simple y directa

– Con una determinada estructura en orden a su ejecución:

o con una respuesta uniforme (la mas apropiada con el pueblo)

o con una respuesta variada (todas están divididas en dos)

o con una respuesta no de palabra sino en silencio orante. «La asamblea interponga una respuesta unida o una pausa de silencio (OGLH 193)

4.2 – Las oraciones

Las oraciones están tomadas de las que contenían los antiguos sacraméntanos para el Oficio o compuestas ex professo para recoger el significado de las horas, forman una colección importante de cara a la espiritualidad de la oración de la iglesia.

«Para los Laudes y la Vísperas estas oraciones se tomarán del propio los siguientes días: domingos (la colecta de la misa), ferias de los tiempos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua, y así mismo en las solemnidades, las fiestas y las memorias» (OGLH 197)

5.- La expresión corporal

En la LH también cuentan las acciones simbólicas y el lenguaje corporal. Comparada con la celebración de los sacramentos, parece que solo cuenta la voz, signo de la fe interior, pero también entra en juego el lenguaje de los signos.

5.1 – La persona, el primer signo

El primer signo de nuestra alabanza a Dios es la presencia misma de las personas, de la comunidad. Nos reunimos con los otros hermanos, convencidos de que en medio de nosotros está realmente Cristo, conforme a su promesa. Con el Señor Resucitado oramos, cantamos, escuchamos y celebramos.

La comunidad es el signo condensado de toda la Iglesia orante (también en la recitación individual pero con menos expresividad). Acudir a la oración dejando otras cosas (mas «apetecibles» o «necesarias») es un signo diáfano de nuestra actitud de oración ante Dios y de nuestra pertenencia a la comunidad con la que compartimos nuestra fe.

5.2 – La voz, el canto, el silencio

La voz – palabra humana – es signo eficaz de la idea y del sentimiento interior, es la que da consistencia a la oración interior. La voz de cada uno humildemente se une a la de los demás para que ‘una sola voz’, la voz de la Esposa, sea la que resuene

Mas aún cuando esta se hace canto. El canto «responde mejor a la naturaleza de esta oración, es indicio de mayor solemnidad, y de una unión mas profunda de los corazones, al proferir las alabanzas divinas» (OGLH 268) Muchas partes de esta oración tienen un
sentido lírico, que con el canto alcanzan un sentido mas pleno.

Pero también el silencio es expresión de oración. Desde el silencio es cuando brota mas creíble nuestra palabra. Desde el silencio es cuando escuchamos mejor la palabra del otro o la de Dios. Este silencio ayuda a «lograr la plena resonancia de la voz del Espíritu Santo en los corazones y a unir mas estrechamente la oración personal con la Palabra de Dios y la voz pública de la Iglesia» (OGLH 202)

5.3 – El lenguaje del cuerpo

En la oración es importante la unidad cuerpo-espíritu, todo nuestro ser alaba a Dios, no solo nuestra mente o nuestra voz.

Cuando nos ponemos de pie para la parte introductoria y el himno, o para el canto Evangélico, para las preces y el Padrenuestro o 1as oraciones sálmicas, estamos expresando nuestra actitud en esos momentos que consideramos particularmente significativos en nuestra oración. Lo mismo pasa cuando un lector ejercita su ministerio, se pone de pie.

Cuando nos sentamos para escuchar las lecturas (no son del evangelio) o para la salmodia estamos favoreciendo una actitud mas receptiva y serena.

Durante siglos se tuvo la costumbre de rezar en dirección al Oriente (orientados), para recordar que Cristo es «el Sol que nace de lo alto».

La señal de la cruz, en la invocación inicial o a1 comienzo de los cánticos evangélicos (de modo paralelo como se hace en el evangelio de la misa), es como un acto de fe en la fuerza salvadora de la cruz de Cristo; todo lo hacemos en su nombre y bajo el recuerdo de su Pascua.

Las inclinaciones que se pueden hacer al rezar o cantar el Gloría,
expresan nuestra actitud interior de respeto, veneración y humildad.

Sobre los gestos y posturas, es importante recordar lo que dice la OGMR en el no 20: «La postura uniforme, seguida por todos los que toman parte en la celebración, es un signo de comunidad y de unidad de la asamblea, ya que expresa y fomenta al mismo tiempo la unanimidad de todos los participantes.»

El uso del incienso en celebraciones especialmente solemnes. Durante el canto del Benedictus o el Magnificat «se puede incensar el altar y a continuación al sacerdote y al pueblo» (OGLH 261) (el ceremonial de los obispos explícita también la Cruz).

El uso del incienso puede indicar, según las ocasiones, respeto hacia una persona o lugar, o bien la ofrenda de la Eucaristía que envuelve, no solo al altar y los dones que hay sobre él, sino también a las personas que se suman con su vida a la ofrenda de Cristo.

El salmo 140 dice: «suba mi oración como incienso en tu presencia». Cuando el sacerdote inciensa el altar, la cruz y la comunidad, durante el canto Evangélico, está envolviendo en ese simbolismo de oración a lodos los presentes, invitándoles a ver su fe y su alabanza interior en este símbolo y que la alabanza de las Horas, como «sacrificium laudis», conecte con la ofrenda eucarística que se ha realizado sobre el altar. Es un símbolo que da gozo y profundidad de la oración.

El lugar de la celebración (digno, estético, limpio, adornado) y el clima celebrativo (de serenidad, sin precipitaciones, con cantos y recitaciones), favorecen nuestra oración y la hacen mas viva y gozosa.

Los aspectos exteriores no son lo principal. Pero tampoco son indiferentes.

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