Introducción al libro de los Salmos y a la Liturgia de las horas

EL LIBRO DE LOS SALMOS (clasificación por géneros literarios)

Himnos:

A Dios, Creador y Señor de la Alianza: 8; 19; 29; 33; 10; 103; 104; 111; 113; 114; 117; 136; 145-150.

Al Señor Como rey: 93; 96-99.

Salmos reales de entronización y “mesiánicos”: 2; 18; 20; 21; 45; 72; 89; 101; 110; 132; 144.

Cantos de Sión: 46; 48; 76; 84; 87; 122; 120-134 (de subida).

Súplicas:

Salmos de lamentación:

individual: 5-7; 13; 17; 22; 25; 26; 28; 31; 35; 36; 38; 39; 42; 43; 51; 54-57; 59; 61; 63 64; 69-71; 86; 88; 102; 109; 120; 130; 140-143.

colectiva: 12; 44; 58; 60; 74; 79.

Salmos de confianza:

individuales: 3-4; 11; 16; 23; 27; 62; 121; 131.

colectivos: 115; 125; 129.

Salmos de acción de gracias: 9-10; 30; 32; 24; 40; 2-12; 41; 92; 107; 116; 138.

Didácticos:

Salmos históricos: 78; 105; 106.

Salmos litúrgicos: 15; 24; 91; 95; 134.

Salmos proféticos: 14; 50; 52; 53; 75; 81.

Salmos sapienciales: 1; 37; 49; 73; 112; 119; 127; 128; 133; 139.

Literatura sálmica en otros libros veterotestamentarios: Ex15; Jue 5; 1 Sam 2; 2 Sam 1; 1 Cro 6; 41-42; Jon 2; Nah 1; hab 3; Dn 3, 51-90; Tb 13.

Algunas claves teológicas para comprender los Salmos.

– Los Salmos se dirigen a Dios, pero a la vez hablan de Dios.

– También hablan del hombre (del pueblo) en su relación con Dios.

– Alaban a Dios por lo que es, y por lo que hace.

– Suplican sus dones: perdón, vida, prosperidad, defensa,…

– Constituyen «la oración de Israel».

– Tratan a Dios de tu, con gran libertad.

– Expresan la gran diversidad de las situaciones humanas.

– Cristo mismo bebió y vivió la espiritualidad de los Salmos.

– El Nuevo Testamento se sirve de ellos para expresar el misterio de Cristo.

– La Iglesia siempre ha orado y sigue orando con ellos.

Orar con los salmos

– Los salmos hablan del hombre ante Dios

– Los salmos hablan del hombre a Dios.

– Los salmos hablan de Dios al hombre.

– Los salmos, expresión de mi/nuestra situación ante Dios

– Los salmos, iluminación de mi/nuestra situación por parte de Dios.

– La oración comunitaria, con una sola voz y un solo espíritu, ora a Dios con la Palabra de Dios mismo.

– La voz de la Iglesia, dirigida a Dios en los salmos.

– La voz de la entera humanidad, dirigida a Dios en los salmos.

– Los salmos hablan de Cristo.

– Los salmos, oración de Cristo.

– Cristo – el orante – la cdad. orante – la Iglesia – la humanidad –

Al orar con los salmos todos ellos intervienen en el proceso comunicativo entre Dios y el hombre.

Oración personal con los salmos.

A la hora de orar personalmente con los salmos, la catalogación por géneros literarios nos puede resultar de gran ayuda, pues podemos escoger el tipo de salmo que mejor se adecúa a nuestra situación vital, estado de ánimo, tipo de oración que queremos hacer (súplica, alabanza, acción de gracias, arrepentimiento, etc.).

Conviene leer el salmo con mucha calma, conscientes de que nos dirigimos a Dios estando en su presencia, y nos expresamos Él no solo con nuestras torpes palabras (cuando oráis no sabéis pedir como conviene…), sino con las suyas mismas, inspiradas por el Espíritu (que es quien clama en nuestro interior con gemidos inefables), que son a la vez la oración de Cristo (por nosotros y por todos los hombres) y de su Iglesia

A menudo en el mismo texto de nuestra oración, sí estamos suficientemente atentos y abiertos, descubriremos como Dios nos y habla en ella.

Gustaremos también como la más personal de las oraciones no es nunca solo mía, solo individual, sino que resuenan en ella las vidas de nuestros hermanos los hombres, enriqueciéndola y, coloreándola de un modo nuevo: lodo lo cristiano es ágape, amor…

Oración en grupo con los salmos.

Del mismo modo, cuando queremos preparar una oración para el grupo, conviene elegir bien el tipo de salmo, según su situación y el tinte propio que queremos imprimirle (tiempo litúrgico, momento de su proceso, motivo del encuentro,…).

Entonces, el recitar juntos el mismo texto, que sin ser de ninguno recoge la oración de todos, nos hace, incluso externamente, comunidad. La oración común, en efecto, no es la simple suma de las oraciones personales, sino una realidad mucho más rica, que tiene además la promesa de la presencia del Señor (donde dos o tres están reunidos en mi nombre…).

Ora el grupo, y eso debe notarse también externamente oramos con una sola voz. No como un coro desafinado, en que cada voz interpreta la partitura a su modo, sino fundiéndonos todos para formar la única voz de la comunidad orante. No es, pues, el momento de que los eufóricos griten y los tímidos susurren, ni de que cada uno de su peculiar entonación, enfatizando lo que a él más le dice… Ayuda para ello que cada cual modere su volumen de voz al nivel de sus vecinos inmediatos, y que el salmo se lea sin entonaciones enfáticas, sino más bien silabeando, de modo que el eco interior quede ahí, en nuestro interior.

Ayuda también la personalización, por medio de adecuados silencios al final u otros medios, pues tampoco somos una máquina ni un rebaño, sino una comunidad de personas…

Puede ser importante, dado que el lenguaje nos puede resultar difícil, que hagamos breves moniciones que expliquen el sentido del salmo en el AT, en su lectura cristológica y eclesial, en nuestro grupo particular.

Cabe una enorme variedad de formas a la hora de rezar juntos un salmo: leerlos todos juntos, «a dos coros»‘, que lo lea un solista (en cuyo caso este si debe darle entonación y calor, expresividad), cantarlo, semitonarlo, etc.

Oración litúrgica o “Liturgia de las Horas”.

Una forma privilegiada de oración sálmica es la «Liturgia de las Horas» (Laudes, Vísperas, etc.). Tanto en comunidad (que es en esto el ideal) como en privado, oramos entonces unidos a toda la iglesia, que movida por el Espíritu y unida a Cristo su Cabeza, ora al Padre por la humanidad entera. Nuestra oración es entonces más universal que nunca.

No se trata de una oración que preparamos nosotros, sino que tiene una estructura fijada para toda la Iglesia, aunque en su utilización admite una gran creatividad. Esto tiene el gran valor de la unión con todos los cristianos, en una oración común que en el mundo entero nunca deja de dirigir la Iglesia a su Dios.

Los textos sálmicos -enriquecidos con otros textos bíblicos y oraciones- están dispuestos según un orden, no al azar, orden cuyo sentido se va percibiendo con la práctica.

La dificultad está en que al no elegir nosotros los textos, nos, puede costar más identificarnos con ellos. Por contra, su gran valor está en que nuestra oración acoge las situaciones y sentimientos de todos los hombres. Cuando yo estoy feliz y rezo un salmo de lamentación, presto mi voz a tantos que sufren en el mundo para presentar su dolor a Dios, y lo hago uniéndome al grito de Jesús en la cruz. Cuando estoy deprimido y rezo un himno de alabanza, doy gracias por la felicidad de mis hermanos, uniéndome al gozo de la resurrección de Cristo. Mi propia vida interior es la primera beneficiada con ello.

Porque rezar la «Liturgia de las Horas» no es primariamente un acto mío, una decisión nuestra, es un servicio a los demás, un ministerio, un ejercicio de amor. Y el amor al prójimo es la mejor expresión de nuestra unión con Dios. Veámoslo más despacio.


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