Ficha quinta

Ficha quinta: El nacimiento de Juan Bautista. El «Benedictus» (Lc 1, 57 – 80)
 
 A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban.
 A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: ¡No! Se va a llamar Juan. Le replicaron: Ninguno de tus parientes se llama así. Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. É1 pidió una tablilla y escribió: Juan es su nombre. Todos se quedaron extrañados.
 Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: ¿Qué va a ser este niño? Porque la mano del Señor estaba con él Zacarías, padre de Juan, lleno del Espíritu Santo profetizó diciendo:
 Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
 porque ha visitado y redimido a su pueblo suscitándonos una fuerza de salvación
 en la casa de David, su siervo; según lo había predicho desde antiguo
 por boca de sus santos profetas. Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
 y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres,
 recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán. 74Para concedernos que, libres de temor,
 arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos en santidad y justicia,
 en su presencia todos nuestros días.
 Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor,
 a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
 Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
 nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas
 y en sombra de muerte;
 para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
 El niño iba creciendo y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel
 
 Lectura:
 
 El nacimiento del niño es un regalo del Señor, que es fiel a sus promesas, y causa de felicidad. Recordemos que Zacarías e Isabel eran ancianos ya, e Isabel estéril, pero ¡para Dios nada hay imposible! ¡En Él se puede siempre esperar!
 La elección del nombre correspondía al padre. Que Zacarías renuncie a que su hijo se llame como él y corrobore el nombre elegido por Isabel expresa su conciencia de que el niño es un enviado de Dios, es el cumplimiento de lo que le anunció el ángel.
 Entonces, cuando el desconfiado Zacarías reconoce el cumplimiento de la promesa de Dios, se libera su lengua. Ahora ya puede hablar, y lo que hace es alabar a Dios.
 Zacarías canta, «profetiza» -dice el texto-. Y es que en este canto se expresan las maravillas de Dios a través del cantor. Le inspira el Espíritu Santo.
 ¿A quién se refiere el canto? Excepto en los versículos 76 y 77, que hablan de su hijo Juan, ¡Zacarías se refiere a Jesús, que aún no ha nacido! Es, efectivamente, un anuncio profético. Jesucristo es anunciado por Juan desde su mismo nacimiento, por boca de su padre Zacarías.
 En Jesucristo se cumplirá la fidelidad de Dios para con su pueblo, la liberación de todo temor y peligro, la creación de un pueblo santo y justo que sirve al Señor. Él nos iluminará con la luz de Dios conduciéndonos a la paz.
 El recién nacido, Juan, será «profeta del Altísimo», precursor de aquél que «nace de lo alto», de «el Señor». Notar que se aplican a Jesús títulos que corresponden a Dios.
 Rasgo típicamente lucano: la «salvación» que trae Jesús y Juan anuncia, se identifica con el «perdón de los pecados».
 
 Meditación:
 
 Dios cumple sus promesas, sé que puedo confiar en Él, pero ¿lo hago de verdad? ¿no me minan a veces, las aparentes «evidencias» de la vida o mis propios temores, destruyendo mi confianza en Dios?
 Y cuando llega el cumplimiento, cuando el Señor me regala con sus dones ¿sé reconocerlos, o entonces los explico solo como fruto del azar o de mis propios esfuerzos?
 A Zacarías la palabra de la desconfianza le hizo enmudecer, la palabra de la fe, alabar. ¿Cómo es mi palabra ante Dios?
 El sol nace cada día bien bajo, en el oriente. Es la luz natural que nos permite ver las cosas de este mundo como las ven los demás hombres. Y es una maravilla, un inmenso regalo del Creador. Pero Jesucristo, sol-que-nace-de-lo-alto, del cénit, es la luz más esplendente, que nace del mismo Dios. Él nos permite ver la vida de otra manera, y nos saca de las tinieblas de la muerte.
 Podemos compartir en voz alta nuestra meditación, brevemente, sin entrar en debate, sino enriqueciéndonos unos con las visiones de los otros.
 
 Oración:
 
 La Iglesia bendice a Dios cada mañana, en la oración de «Laudes» este cántico de Zacarías, que por eso es conocido por su nombre latino «Benedictus». Cada vez que se levanta el sol, alabamos al verdadero sol, Cristo resucitado, que rompe las coyundas del pecado y de la muerte y nos trae la salvación.
 Nuestra oración podría ser hoy repetir, quizá juntos, esta alabanza matutina, o alguna de sus frases más significativas.
 
 Contemplación:
 
 Repasando la escena, ver la alegría de Isabel, san Juan niño entre sus brazos; la fe recobrada de Zacarías y la admiración de las gentes.
 Mirar también al mundo sumido en sombras de muerte, todo el dolor y la injusticia, la soledad, el hambre y el dolor que son las marcas del imperio de las tinieblas y el pecado. Esperando un amanecer distinto, anhelando la salvación de Dios.
 Y ver por fin a Jesús, aún en el vientre de María, proclamado ya como Dios y Salvador.
 
Para nuestra vida
:

 
 Lo que se dice de este niño… se dice también de mi. Por el bautismo he sido constituido «profeta del Altísimo» para anunciar a los hombres la salvación.
 ¿Soy consciente de este designio de Dios sobre mi vida? ¿Estoy siendo testigo de esta esperanza que el mundo ansia, a veces sin darse cuenta, a veces incluso diciendo rechazarla?
 
Así lo ha leído…

 
 San Cipriano
 
 Hemos de tener paciencia y perseverar, hermanos queridos, para que , después de haber sido admitidos a la esperanza de la verdad y de la libertad, podamos alcanzar la verdad y la libertad mismas. Porque el que seamos cristianos es por la fe y la esperanza; pero es necesaria la paciencia, para que esta fe y esta esperanza lleguen a dar su fruto. (Tratado sobre los bienes de la paciencia, 13)
 
 San Agustín
 
 La Iglesia celebra el nacimiento de Juan como algo sagrado, y él es el único de los santos cuyo nacimiento se festeja; celebramos el nacimiento de Juan y el de Cristo.
 Juan nace de una anciana estéril, Cristo de una jovencita virgen. El futuro padre de Juan no cree el anuncio de su nacimiento y se queda mudo; la virgen cree el del nacimiento de Cristo y lo concibe por la fe.
 Juan viene a ser como la línea divisoria entre los dos Testamentos, el antiguo y el nuevo. Así lo atestigua el mismo Señor, cuando dice: La ley y los profetas llegaron hasta Juan. Por tanto, él es como la personificación de lo antiguo y el anuncio de lo nuevo. Porque personifica lo antiguo, nace de padres ancianos; porque personifica lo nuevo, es declarado profeta en el seno de su madre. […] Finalmente, nace, se le impone el nombre, queda expedita la lengua de su padre. Estos acontecimientos hay que entenderlos con toda la fuerza de su significado. Zacarías calla y pierde el habla hasta que nace Juan, el precursor del Señor, y abre su boca. Este silencio de Zacarías significaba que, antes de la predicación de Cristo, el sentido de las profecías estaba en cierto modo latente, oculto, encerrado. Con el advenimiento de aquél a quien se referían estas profecías, todo se hace claro. El hecho de que en el nacimiento de Juan se abre la boca de Zacarías tiene el mismo significado que el rasgarse el velo al morir Cristo en la cruz. Si se desata su lengua es porque ha nacido aquél que es la voz […] que clama en el desierto. Juan era la voz; pero el Señor era la palabra que en el principio ya existía. (Sermón 293, 1-3)


 

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