Ficha décima: Bautismo de Jesús y genealogía (Lc 3, 21 – 38)
En un bautismo general, Jesús también se bautizó, y mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre Él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto.
Este era Jesús, que al empezar tenía unos treinta años, y se pensaba que era hijo de José, que a su vez lo era de Helí, el de Matat, el de Leví, el de Melquí, el de Jannaí, el de José, el de Matatías, el de Amos, el de Nahún, el de Eslí, el de Nagái, el de Maat, el de Matatías, el de Semeín, el de Josec, el de Jodá, el de Joanán, el de Resá, el de Zorobabel, el de Salatiel, el de Nerí, el de Melquí, el de Addí, el de Cosan, el de Elmadán, el de Er, el de Jesús, el de Eliezer, el de Jorín, el de Matat, el de Leví, el de Simeón, el de Judá, el de José, el de Jonam, el de Eliacín, el de Meleá, el de Mena, el de Matatá, el de Natán, el de David, el de Jesed, el de Jobed, el de Booz, el de Sala, el de Naasón, el de Aminadab, el de Admín, el de Arní, el de Esrón, el de Pares, el de Judá, el de Jacob, el de Isaac, el de Abrahán, el de Tara, el de Nacor, el de Seruc, el de Ragáu, el de Fálec, el de Eber, el de Sala, el de Cainán, el de Arfaxad, el de Sem, el de Noé, el de Lámec, el de Matusalén, el de Henoc, el de Járet, el de Maleleel, el de Cainán, el de Enós, el de Set, el de Adán, el de Dios.
Lectura:
No teníamos noticias de Jesús desde que, a los doce años, lo vimos con sus padres como peregrino en Jerusalén. Entonces era ya consciente de que lo suyo era ocuparse «de las cosas de su Padre». Ahora, un hombre ya, no está en el Templo con los doctores, sino en el campo entre los pecadores. Así comenzará su misión.
La noticia sobre el bautismo es breve, como si san Lucas no quisiera detenerse en ella. San Juan la da por supuesta. No se dice que «Juan bautizó a Jesús», sino que «Jesús se bautizó». Los evangelistas tienen mucho interés en mostrar quien es el verdadero protagonista de este relato.
No es que Jesús necesitara ser bautizado por Juan, pues Él no tiene que hacer penitencia por pecado alguno. Es que Jesús ha querido bautizarse, también Él, «en un bautismo general». Ha querido participar de la condición del pueblo pecador al que ha venido a redimir. El Hijo de Dios, todo solidaridad, todo cercanía, no solo ha asumido nuestra condición humana, sino que, siendo inocente, se pone en la fila de los pecadores.
«Mientras oraba». Los otros evangelistas presentan el bautismo de Jesús como su manifestación pública. San Lucas prefiere fijarse en el aspecto interior. Jesús esta en oración. Es muy típico del evangelista san Lucas prestar especial atención a la oración del Señor.
Su presencia en el bautismo general es un acto de comunión con el Padre. Camina entre los pecadores, poniéndose en la presencia de Dios.
Se trata de un acontecimiento interior. «Abrirse el cielo», «descender el Espíritu en forma de paloma», «escuchar la voz». Es la revelación divina, el Padre que ilumina al Hijo, revelándole su propia identidad. Jesús se descubre a sí mismo rodeado de la gente, en la presencia de Dios.
«Mi Hijo, amado, predilecto». Jesús es de Dios. Es suyo. Es único para Él. Con una relación totalmente particular, irrepetible.
Fijémonos también en la genealogía de Jesús. Nada más escuchar del cielo que Jesús es el Hijo de Dios, san Lucas nos recuerda que no por ello es menos hombre. Y a través de san José, nos lo presenta enraizado en este mundo, en una familia, en un pueblo.
Es el Hijo de David, es el Mesías. Es la descendencia de Abraham, en quien se cumplen las promesas. Es el descendiente de Adán, hacia el que tiende toda la historia humana. Toda la acción de Dios a favor de los hombres se cumple y hace plena en Jesús. Toda la historia humana, la colectiva y la de cada persona, encuentra en Él su plenitud.
Meditación:
¿Por qué se pone Jesús en la fila para ser bautizado? ¿Cómo puede un piadoso judío pensar que sirve a Dios rodeándose de pecadores?
El amor de Dios que Cristo trae al mundo y que transforma y salva a los hombres, se manifiesta como cercanía, no rehuye el contacto con nadie.
¿Cómo miro yo a las gentes y como las mira el Señor?
Jesús en oración. Y hoy no en el templo, sino en medio del campo. No en soledad, sino en medio del gentío. Sabemos que Jesús se retiraba a menudo, pero sabe orar en cualquier circunstancia.
Si la oración es diálogo, Jesús aquí habla con hechos, no con palabras. Y el Padre habla revelándole su identidad más profunda. Nadie se conoce a fondo si no es ante Dios y en medio de los hombres.
El camino para conocerse a uno mismo no está en un aislamiento narcisista, en una introspección espiritualista. Está en vivir ante Dios en medio de este mundo que sufre.
En Jesucristo Dios ha entrado en la historia, se ha situado en la fila de los pecadores, y nos ha dado la salvación. Nada hay humano que nos sea ajeno, a los discípulos del Señor.
Podemos compartir en voz alta nuestra meditación, brevemente, sin entrar en debate, sino enriqueciéndonos unos con las visiones de los otros.
Oración:
¡Señor, enséñanos a orar! ¡Señor, enséñanos a ser humildes!
¡Señor, enséñanos a estar cercanos!
¡Señor, enséñanos a ser hijos en el Hijo!
¡Señor, enséñanos a descubrir quienes somos ante ti, y cuál es la misión peculiar que Tu nos encomiendas!
¡Señor, enséñanos a descubrir en todo hombre, el rostro de Jesucristo!
Contemplación:
Ver la escena del bautismo. Las gentes que acuden a Juan. Ver su dramas y sus esperanzas. Vienen heridos, pero buscan a Dios. Maltratados, pero con esperanza. Gentes de mil condiciones vienen dispuestas a cambiar de vida, porque confían en Dios.
Y ver a toda la humanidad, presente en la genealogía de Jesús. Proceden de Dios, pero como Adán, van heridos. Todo el gran río de la humanidad, que se encamina, a veces sin saberlo, hacia su plenitud en Cristo.
Mirar ahora a Jesús entre las gentes. Uno más. Nada le distingue. ¿Qué hace hoy en esta fila? ¿A quién busca? ¿Qué le trae?
Jesús escucha en su interior. Miremos a Jesús orando. Recogido en medio del río. Sumergido bajo las aguas. Veamos el cielo abierto y la paloma que desciende… con los ojos interiores de Jesús. Experimentemos su alegría al escuchar aquellas palabras. Somos uno con Jesús. En Él, también somos hijos amados. Veamos al Padre abriendo para nosotros el cielo. Veamos al Espíritu descendiendo para posarse en nosotros. Aprendamos con Jesucristo a ser hijos y herederos.
¿Qué implica en mi día a día, escuchar a todo un Dios que me dice «tu eres mi hijo», «yo te amo»?
¿Cuál es mi actitud ante la gente? ¿Cómo me sitúo ante los despreciados, los pecadores, los marginados? ¿Me importa más mi buen nombre o el bien de los que sufren?
Revivir mi propio bautismo. Los cristianos olvidamos a veces la importancia de este sacramento. Sería de gran ayuda recordar como es el rito. Qué se dice. Qué se hace. Que significa todo eso. Desde que fui bautizado, mi vida es toda nueva, y formo parte de Cristo.
Todo cambia para Jesús desde este día. Dejémonos cambiar por Él.
San Gregorio Nacianceno
Cristo es iluminado: dejémonos iluminar junto con Él; Cristo se hace bautizar: descendamos al mismo tiempo que él, para ascender con él.
Juan está bautizando, y Cristo se acerca; tal vez para santificar al mismo por quien va a ser bautizado; y sin duda para sepultar en las aguas a todo el viejo Adán, santificando el Jordán antes de nosotros y por nuestra causa; y así, el Señor, que era espíritu y carne, nos consagra mediante el Espíritu y el agua.
Juan se niega, Jesús insiste. Entonces: Soy yo el que necesito que tú me bautices, le dice la lámpara al Sol, la voz a la Palabra, el amigo al Esposo, el mayor entre los nacidos de mujer al Primogénito de toda la creación, el había saltado de júbilo en el seno materno al que había sido ya adorado cuando estaba en él, el que era y habría de ser precursor al que se había manifestado y se manifestará. Soy yo el que necesito que tú me bautices; y podría haber añadido: «Por tu causa». Pues sabía muy bien que habría de ser bautizado con el martirio; o que, como a Pedro, no sólo le lavarían los pies.
Pero Jesús, por su parte, asciende también de las aguas; se lleva consigo hacia lo alto al mundo, y mira cómo se abren de par en par los cielos que Adán había hecho que se cerraran para sí y para su posteridad, del mismo modo que se había cerrado el paraíso con la espada de fuego.
También el Espíritu da testimonio de la divinidad, acudiendo en favor de quien es su semejante; y la voz desciende del cielo, pues del cielo procede precisamente Aquel de quien se daba testimonio; del mismo modo que la paloma, aparecida en forma visible, honra el cuerpo de Cristo, que por deificación era también Dios. Así también, muchos siglos antes, la paloma había anunciado del diluvio.
Ojalá que estéis ya purificados, y os purifiquéis de nuevo. Nada hay que agrade tanto a Dios como el arrepentimiento y la salvación del hombre, en cuyo beneficio se han pronunciado todas las palabras y revelado todos los misterios; para que, como astros en el firmamento, os convirtáis en una fuerza vivificadora para el resto de los hombres; y los esplendores de aquella luz que brilla en el cielo os hagan resplandecer, como lumbreras perfectas, junto a su inmensa luz, iluminados con más pureza y claridad por la Trinidad, cuyo único rayo, brotado de la única Deidad, habéis recibido inicialmente en Cristo Jesús, Señor nuestro, a quien le sean dados la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. (Sermón en las sagradas Luminarias 39,14-16)
San Proclo de Constantinopla
Fijaos, mirad este diluvio sorprendente y nuevo, mayor y más prodigioso que el que hubo en tiempos de Noé. Entonces, el agua del diluvio acabó con el género humano; en cambio, ahora, el agua del bautismo, con la virtud de quien fue bautizado por Juan, retorna los muertos a la vida. Entonces, la paloma con la rama de olivo figuró la fragancia del olor de Cristo, nuestro Señor; ahora, el Espíritu Santo, al sobrevenir en forma de paloma, manifiesta la misericordia del Señor. (Sermón en la Santa Teofanía 7,1-3)