Los Salmos, Palabra de Dios, son composiciones líricas destinadas a ser cantadas, constituyen el libro de los cantos del pueblo de Israel. Muchos de ellos contienen indicaciones musicales, del instrumento con que han de ser acompañados, de cómo han de ser interpretados, al maestro del coro, al solista, etc.
El salmo constituye una parte muy importante del culto sinagogal. Toda la liturgia sinagogal era cantada y cada libro de la escritura tenía su propia cantilación.
El término salmo evoca, en su expresión en hebreo -mizmor- , el poema con acompañamiento de instrumento, que le da cadencia y armonía, o, en griego -psalmos- , las cuerdas de la lira que se pinzan o pellizcan para que suene su armonía. La colección de los salmos -tehillim- evoca la actitud de alabanza festiva y continua del pueblo elegido ante el Señor.
Jesucristo Salmista
Jesús como buen judío, asiste regularmente al culto sinagogal (Lc 4,16). Es indudable que Jesús cantó los salmos con su voz, con su doctrina y con su vida ya que hizo de ella el mejor y más perfecto salmo de alabanza. «El cantor admirable de los salmos», le llama San Agustín. Tenemos testimonios concretos de que Jesús cantó los salmos, por ejemplo, el 132. Forma parte de la liturgia sinagogal. Es el salmo de la comunidad que canta la alegría de reunirse y estar los hermanos unidos. Jesús salmodió este salmo todas las veces que Él estuvo con su pueblo en la sinagoga.
Sin duda cantó Jesús los salmos del Hallel. Así nos lo atestiguan los evangelios (Mt 26,30; Mc 14,26). Hallel significa «cantar himnos de alegría o de alabanza». Es un conjunto de cantos, del 113 al 118, que se cantaban en las grandes solemnidades, principalmente en la cena ritual de pascua. Jesús celebró y presidió la pascua con sus discípulos. Según el ritual de Pésah, las cuatro copas rituales van precedidas de un kiddús (consagración o santificación) cantado por el que hace de padre de familia presidiendo la cena.
La tradición de San Pablo (1 Cor 11,25; Lc 22,20) dice que fue la tercera copa ritual la que consagró Jesús instituyendo la Eucaristía. Después seguiría la segunda parte del canto del Hallel los salmos 115-118. Terminado el canto, concluye la celebración de Pésah. Así se comprende mejor el texto evangélico: «Cantaron los salmos», él y sus discípulos, «y salieron para el monte de los Olivos», bien inmediatamente, bien un rato después de terminar el Hallel.
Qué es salmodiar
En términos litúrgicos la cantilación es una recitación ritmo-melódica y es ésta una forma de expresión muy concreta de recitar, o declamar o decir, un poema con un ritmo y un tono, con cadencias repetidas o progresivas. Esta cantilación se puede dar bien en un himno o bien en una sentencia de la sabiduría, o de un oráculo mesiánico.
Por tanto salmodiar no es una actividad musical propiamente dicha, sino el arte de decir musicalmente un poema, cuyo mensaje se inspira en la fe y se expresa en y para la comunidad.
Quién es el salmista
El salmista es guía y maestro de oración poética y cantada.
Un buen salmista canta desde dentro (desde la fe).
«…Al salmista corresponde proclamar el salmo u otro canto bíblico interleccional. Para cumplir bien con este oficio, es preciso que el salmista posea el arte de salmodiar y tenga dotes para emitir bien y pronunciar con claridad…» (I.G.M.R. 67). En esta cita observamos que el ministerio de salmista es un muy especial y requiere preparación.
Podemos afirmar que el salmista es uno de los ministerios más ricos, pues es desde la liturgia donde Cristo se hace presente como cabeza de su Cuerpo, Mediador entre Dios y los hombres, y con nosotros canta las alabanzas a «nuestro» Padre.
Espiritualidad del Salmista.
Un salmista debe unir técnica musical y gusto por la salmodia (conjunto de salmos). Necesita ir profundizando en el sentido de los salmos, ir asimilando sus contenidos, antes de convertirlos en sonido de su voz. Se puede decir que es toda una espiritualidad la que hay en la base de un buen salmista:
- es una persona fascinada por los salmos y su riqueza,
- dotada de voz y de arte musical que ejerce con gusto,
- que expresa así su propia fe, asumiendo las varias actitudes que le sugieren los salmos,
- y que por fin pone todo esto, humildemente, al servicio de la comunidad, contribuyendo así a que sus hermanos vayan celebrando con más calidad la Palabra de Dios.
Consejos para una buena entonación de un salmo responsorial
- El salmista debe ser una persona distinta de la que ha proclamado la lectura.
- Si el salmo se llama responsorial es porque se hace de tal forma que la comunidad va respondiendo a las estrofas dichas por el salmista.
- Que la comunidad cante la antífona o respuesta propia u otra bien parecida a ella en su espíritu y sentido, y que el salmista cante las estrofas salmodiándolas.
- Otro modo no tan ideal es que la comunidad cante la antífona y que el salmista declame poéticamente las estrofas intercalado cada una con la respuesta de la comunidad.
- En caso de un salmo sin respuesta se puede hacer un acompañamiento musical idóneo mientras se declama el salmo.
- Declamar el salmo con la comunidad (alternando con la asamblea o toda la asamblea declama el salmo).
(Autor: Arturo Reyes | Fuente: Catholic.net)